09 enero 2006

 

¿DEL HUMANISMO CRISTIANO BELIGERANTE DE PIÑERA AL AGNOSTICISMO NO MILITANTE DE BACHELET? Por Eric Eduardo Palma González, Doctor en Derecho

La estrategia electoral de Piñera ha repuesto en el debate político nacional dos temas que caracterizaron la política chilena de fines del siglo XIX, a saber, la lucha entre católicos y laicos y la cuestión social.

El discurso del candidato quejándose por la ineficacia de las políticas de la Concertación en generar empleo e igualdad, no es sino la manifestación en el siglo XXI de la cuestión social: el salario mínimo no alcanza a cubrir más de un tercio del mes para una familia de 4 hijos.

Que la Derecha atienda a la cuestión social no es nada nuevo, a principios del siglo XX, un caudillo, Alessandri Palma, que al parecer no es conocido por Piñera, convenció a un cierto sector del electorado que él encontraría la solución a la cuestión social. Obviamente no pudo, porque le fue imposible alterar el trato de mercancía, o recurso humano como se dice hoy día, del trabajo asalariado.

Lavín y Piñera pueden considerarse como la repetición en el siglo XXI de la figura del Presidente Alessandri Palma.

Cabría preguntarse entonces por qué lo que resultó exitoso en el pasado no tiene hoy por hoy el mismo impacto.

Para efectos de este comentario me parece digno de destacar como limitante del éxito que alcanzó el León de Tarapacá, el otro componente de la campaña presidencial de la Derecha en los últimos seis años, la diferenciación del país entre católicos y ateos, o entre católicos y agnósticos.

Lavín se ha encargado de citar a Dios cada vez que le ha parecido oportuno y en perfecta concordancia con su militancia católica conservadora, lo propio ha venido haciendo Piñera, claro, que con un afán mucho más utilitarista: erosionar el electorado DC de la Concertación.

Sin embargo, su equipo electoral ha errado en el tono de la invocación transformando la propuesta en una demostración de catolicismo beligerante.

El suyo no es un cristianismo que convoca sino uno que discrimina entre buenos y malos. En él, el catolicismo aparece como demostración de integridad moral y de posesión de la verdad. Incluso se ha llegado a admitir que los no católicos podrían ser hijos o hijas del Diablo.

El error de este discurso radica en que desconoce la convivencia entre un agnosticismo, e incluso ateismo, no militante, y un humanismo cristiano observante y al mismo tiempo tolerante.

La Concertación ha demostrado que la pugna católico – laica corresponde a una etapa de la convivencia nacional en que la cultura democrática y de derechos humanos era débil socialmente: parte de la elite chilena de fines del siglo XIX, por su legado de pugnas y guerras civiles (1829, 1851, 1859, 1891), no supo convivir a propósito de esta diferencia.

No ha ocurrido lo mismo en los últimos 16 años y ello se debe a que en la lucha contra la dictadura ciertos católicos y ciertos agnósticos y ateos, aprendieron a reconocerse y a respetarse. Como dice el filósofo chileno Miguel Orellana, aprendieron a tratar como valores lo que no viven como valores.

El sector ateo o agnóstico de la Concertación, partiendo por el propio Presidente Lagos, no ha adoptado una actitud militante a este respecto. Por su parte los sectores católicos y cristianos han mirado a sus compañeros de ruta como los hombres de buena voluntad a que se refería Jesús, que, sin ser creyentes, son amados como hijos por su Padre, el mismo Dios.

Si a Lavín, cuya militancia católica es incuestionable -incluso tiene una hija religiosa- este discurso destinado a separar las ovejas no le resultó, no se ve razón alguna para que sea exitoso en boca de Piñera: la compañía permanente de su hermano farandulero poco ayuda a relacionarlo con una actitud cristiana.

La población chilena ha percibido una práctica cotidiana de entendimiento entre sectores que en el pasado estuvieron luchando en las calles, se ha sensibilizado en materia de tolerancia porque ha visto a cierto grupo dirigente convivir en la diferencia.

¿Qué análisis hicieron Piñera y sus asesores que vieron como posible minimizar los efectos de esta práctica con un discurso de intolerancia? Mi impresión es que no repararon en que Chile ha experimentado un cambio cultural significativo en los últimos 16 años, y uno de los aspectos centrales de este cambio es el respeto de las ideas de los otros, lo que ha permitido que agnósticos, ateos y católicos encabecen la alianza política más exitosa de la historia de Chile.

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